
La cultura organizacional de las empresas está cambiando, y con ellas el rol del líder y las relaciones de trabajo. Las empresas basadas en una rígida jerarquía no pueden competir con empresas formadas por equipos de alto rendimiento en los que todos sus miembros aportan lo mejor de sí mismos.
La confianza es la base para otras condiciones que son imprescindibles para conseguir estos equipos de alto rendimiento: comunicación efectiva, retención de talento y compromiso con los objetivos comunes del grupo. Cuando hay confianza, todo se hace más fácil.
1) Emplea un lenguaje diferente.
Si quieres un equipo diferente, entonces empieza por usar un lenguaje diferente. Por ejemplo, en lugar de hablar de “gestionar el rendimiento” habla de “ayudar al equipo a mejorar”, de “dar a las personas la información que necesitan para mejorar continuamente” o de “sentarnos periódicamente a examinar cómo podemos trabajar mejor juntos.”
En realidad no es una cuestión de retórica, sino de mentalidad. La actitud que dejan traslucir esas palabras es la que ayudará a que tus empleados vean que te has bajado del pedestal y estás codo con codo con ellos.
2) No controles, dales libertad.
No limites la capacidad de tu equipo dictándoles paso a paso cómo hacer su trabajo. Esto tenía sentido en la época preindustrial, antes de la llegada de las máquinas, en que la mayor parte de los trabajadores ejecutaban tareas repetitivas que no requerían toma de decisiones ni creatividad alguna y había unas relaciones de jerarquía muy marcadas de capataz-peón.
Hoy los paradigmas están cambiando: cada miembro de un equipo tiene mucho que aportar, en especial sus propias ideas. La mejor manera de aprovechar su potencial es dándoles un marco de trabajo en el que se puedan mover con cierta libertad, permitiéndoles así organizarse de tal manera que sean ellos quienes expriman sus propias capacidades para conseguir una mayor productividad.
Además de que cada uno es quien mejor conoce a qué horas y en qué tareas rinde más, otorgarles libertad conlleva la cesión de responsabilidad. Esta responsabilidad compartida incrementará el compromiso, actuando como un aliciente para desarrollar sus habilidades y mejorar su rendimiento.
3) Reconoce las fortalezas de tus empleados
El buen trabajo en equipo implica la identificación y el reconocimiento público de las fortalezas de cada uno de sus miembros. Paralelamente, esto ayuda a la construcción de la confianza personal que éstos tienen en sus propias capacidades profesionales.
4) Di la verdad, toda la verdad.
A veces hay verdades incómodas de escuchar, pero mientras las digas de forma educada y constructiva, todo irá bien. No sirve de nada ocultar la suciedad debajo de la alfombra: siempre acaba por salir.
También hay otro tipo de verdades, que podríamos denominar incómodas de decir porque sentimos que dejan ver que nos hemos equivocado, que no lo tenemos todo controlado, o que todavía seguimos aprendiendo.
Pues bien, esas verdades son un arma poderosísima para derribar muros y acabar con la jerarquía. No hay nada que ayude más a un acercamiento entre personas que el que una de ellas se quite las defensas y comparta sus propias vulnerabilidades.
5) No rompas la confianza.
Aunque parezca una obviedad, una de las claves es precisamente poner atención en no romper la confianza. Se suele decir de ella que es algo muy fácil de obtener pero casi imposible de recuperar una vez que la pierdes, y es muy cierto.
¿Y cuáles son los principales desencadenantes de la pérdida de confianza? Opacidad, traicionar los propios principios de los que hacemos gala, no mantener informado al equipo, dar falsas esperanzas, dejar al margen de una situación importante…
La confianza es muy importante para que los miembros del grupo asuman riesgos, para que se comuniquen de forma eficaz, y sobre todo, para que cooperen en la forma en la que es necesario para convertirse en un equipo de alto rendimiento.
Estas claves te ayudarán a construirla y retenerla, pero dejamos para el final la clave más importante: la confianza, más que una técnica, es el resultado de nuestra actitud, de cómo somos, cómo pensamos y cómo nos comportamos. Estas claves te ayudarán a adquirir hábitos saludables, pero solo son realmente eficaces si realmente hay un cambio de mentalidad.
Imagen | «El de la silla más alta», por Frits Ahlefeldt

Muchas gracias por tu aportacion, lo necesitaba en estos momentos.
Hola Javier, gracias por tu amable comentario. Me alegra mucho saber que te ha resultado útil el artículo.
Saludos!!
Laura