Distressed businessman looking at laptop screen in business office, selective focus

La productividad es uno de los mayores objetivos de todos ya sea en el ámbito laboral y/o personal. Queremos ser más productivos para poder hacer más y más. Y está genial porque así llegaremos más lejos pero cuidado con ser esclavos de la productividad. Esto puede convertirse en un auténtico dolor y sufrimiento. Como todo en la vida, cualquier obsesión es negativa para quien la sufre y aunque a priori pueda parecer que es algo positivo (como es el caso de la productividad) estar atado a ello será uno de los mayores enemigos de la vida. Las consecuencias que pueden derivarse de ser esclavos de la productividad se harán notar desde muy pronto ¿cuáles son y cómo podemos evitarlas?

La productividad es buena… Muy buena

Ser altamente productivos es sin duda alguna, una de las cualidades más importantes y mejor valoradas por uno mismo y por los demás que alguien puede tener. Y es que la productividad conlleva que se puede hacer más en el mismo tiempo con un nivel muy elevado de calidad. ¿Quién no quiere ser productivo? Todos ansiamos serlo y cada vez más buscamos programas y métodos para mejorar en esa área de nuestra vida. Internet está plagado de especialistas, metodologías, aplicaciones y contenido con el que aprender a ser más productivos. 

Si se es más productivo se llega a más, se hace más, por ende se consigue más, la frustración disminuye, la autoestima aumenta y la felicidad viene adherida. La calidad de vida es mayor, hay más logros, tiempo libre de mejor calidad… Todos son beneficios cuando conseguimos ser más productivos. Y esto es una realidad. No es ni ironía, ni paradoja ni mentira. Es totalmente verdad y todos lo hemos comprobado. De hecho, cuando nuestra productividad disminuye por diferentes motivos (cansancio, problemas de vida, preocupaciones, desmotivación…) además hay que añadir la frustración, el enfado con uno mismo e incluso, otros problemas derivados. 

La autodisciplina es mayor, nos exigimos más; las tareas y el día a día, fluye de forma orgánica; la satisfacción se dispara… A más productividad, más felicidad… Es como estar “en un estado de gracia”. 

De ahí totalmente entendible, justificable e incluso aplaudible quien trabaje y se esfuerce en pro de conseguir aumentar sus niveles de productividad. 

Caer por el otro lado de la productividad… Por exceso

De esta manera, todos a los que nos interesa la productividad y ser más eficaces en algún momento hemos estado inmersos en cursos, programas y búsqueda de información para aumentar nuestros niveles. Y cuando parece que estamos dándolo todo, que hemos encontrado el camino y que estamos en la cima de la productividad, un día empezamos a sentirnos que no llegamos a todo lo que nos habíamos propuesto, que estamos cansados, que ya no fluye tanto, que el modelo que antes nos funcionaba ha dejado de hacerlo… ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué nos pasa?

La respuesta está clara. Que nos hemos caído por el otro lado de la productividad. Pero, ¿qué es eso exactamente? De una forma fácil: que todo en exceso, agota y termina por arrojar los efectos contrarios. Porque todo lo que es exagerado, que se convierte en una obsesión y una adicción, nos atrapa de forma muy negativa. La productividad no iba a ser menos. 

¿Cómo puede ocurrir esto? De forma más fácil de lo que parece. Cuando algo nos gusta, nos aporta beneficios y además inmediatos como es el caso de la productividad, queremos más y nos embarcamos en una búsqueda incesante. Esto pasa con todo: el móvil con internet fue genial y nos facilitaba la vida hasta que nos volvimos adictos y dejamos de tener tantas relaciones personales de calidad; el ejercicio es bueno hasta que te obsesionas y dejas de hacer tu vida diaria por ir al gym, entrenar y tu cuerpo empieza incluso a fallar. 

Con la productividad es igual. Es genial si la controlamos, si implementamos mejoras en nuestra vida diaria para aumentar sus niveles, cuando encontramos un método que nos funciona, sumamos aplicaciones y programas que nos ayudan, leemos sobre el tema… Pero cuidado, que nos obsesionamos. De ahí pasamos a querer ser más y más productivos, queremos seguir rascando minutos al reloj, nos enfocamos más en el tiempo que se emplea en hacer la tarea que en la propia tarea o incluso, en su disfrute. El tiempo libre lo empleamos en leer más y sumar nuevos métodos… Y de ese modo, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en esclavos de algo que era súper beneficioso y que nos ayudaba. 

Saber parar y re-encontrar el equilibrio

En este punto es importante ante todo, saber identificar lo que está ocurriendo. Todos somos capaces de saber que algo se nos está yendo de las manos. Nuestro entorno suele ser el primero en darse cuenta y nos avisará de que algo no está funcionando bien. Además, el mejor indicador estará en que nos centramos más en la productividad que en lo que estamos haciendo y dejamos de disfrutarlo. 

Una vez identificado como todo, hay que poner solución. Una frase que nos encanta es la de Guillermo de Occam que sostenía que “la mejor solución (y la más productiva) es la más sencilla”. Así que llegados a este punto, tocará desintoxicarse y empezar a hacer las cosas más sencillas. El “bien es suficiente” cobrará un valor único en este momento y nos ayudará a tomar cierta distancia de esta obsesión por la productividad. Una obsesión que nos ha enganchado de forma muy dañina. 

Hay que conseguir ser productivos sí, pero sin que se convierta en una esclavitud ni una obsesión. En coaching tenemos programas especialmente diseñados para ayudar a nuestros clientes a conseguir importantes niveles de productividad sin que se conviertan en esclavos de la misma. El equilibrio es el éxito y nosotros, podemos ayudarte. ¿Hablamos?