El cambio… ¡Cuesta! Y mucho además. Los humanos estamos diseñados para vivir en el confort que nos ofrece la rutina, el saber qué viene y cómo nos vamos a desenvolver en el ello. Pero la realidad del día a día es bien distinta. Cambiamos constantemente. Nuestro propio cuerpo está a merced del cambio. Cada noche nuestras células se regeneran para afrontar un nuevo día y terminan por cambiarse totalmente por otras cada 7 años; el páncreas lo hace cada 24 horas y sin sueño, no podríamos vivir porque necesitamos renovarnos. El cambio está presente en todas las áreas de nuestra vida: el trabajo, la pareja, los amigos, los lugares donde vivimos, la ropa que utilizamos… ¿por qué somos tan reacios al cambio en determinamos aspectos? ¿De dónde viene esa resistencia? ¿Por qué es tan fácil cambiar en algunos aspectos y en otros, nos genera un auténtico sufrimiento? La curva del cambio es ese proceso que se pone en marcha cuando realizamos cualquier tipo de cambio significativo en nuestras vidas. Entender cómo funciona es clave para gestionar determinadas modificaciones en nuestra vida. Sólo así podremos vivir con naturalidad un cambio y además, incluso, disfrutarlo. 

¿Qué es el cambio?

Según la RAE, el cambio es “desprenderse de una cosa y recibir o tomar otra en su lugar”. Es decir, dejar algo para coger otro. Modificar en mayor o menor medida, algo de nuestra vida. Es el ejercicio más potente de “soltar” al que nos enfrentamos.

¿Por qué se produce? Porque por alguna razón, sea cual sea, ya no queremos / podemos continuar con lo que teníamos previamente. Puede ser un cambio completo o parcial (dejar eso que “ya no” y sustituirlo o no por otra cosa o modificar partes de eso que “así, ya no”). Los motivos pueden ser incontables y es que cada persona es única y puede estar motivada por multitud de razones para considerar que algo “ya no” en su vida. 

Igualmente, el cambio puede (y suele) acontecer en cualquier aspecto y área de nuestra vida: personal, laboral, de pareja, familia, de casa, de ubicación, etc. La vida cambia constantemente, estamos hechos para el cambio en realidad pero nos cuesta aceptarlo porque si algo hemos aprendido es a vivir en una búsqueda constante de estabilidad. Una estabilidad que una vez conseguida, llega a aburrirnos y se puede incluso convertir en nuestro mayor enemigo. Una de tantas otras dicotomías del ser humano. 

El cambio está, existe y además, es necesario. Si atendemos bien a nuestro cuerpo, nuestro entorno… Todo cambia constantemente. Estar abiertos al cambio, aprender a gestionarlo, es clave para una vida plena, satisfactoria y feliz. 

Actitud ante el cambio

El cambio se puede producir por motivación de las personas o por modificaciones externas a las que en muchas ocasiones, no podemos realizar ninguna otra acción que la de aceptar y gestionar. La vida es una línea curva que a veces parece más recta y otra, adquiere un cariz de puerto de montaña. Sea como sea, el cambio hay que saber encajarlo y gestionarlo tanto si lo inicia la propia persona o si viene. Y desgraciadamente, no es algo que nos enseñen. De hecho, la mayoría de los problemas emocionales a los que nos enfrentamos de adultos es por la dolorosa gestión del cambio (un trabajo del que nos han echado y que no hemos aceptado; una ruptura de pareja que arrastramos durante años de forma dolorosa…). 

Ante el cambio, hay (a groso modo), dos alternativas: la queja o el protagonismo. Desde la queja solo estaremos prolongando y haciendo cada vez mayores, las consecuencias del cambio que pueden ser incluso nefastas para nosotros si no aprovechamos la oportunidad. Desde el protagonismo, estaremos haciéndonos responsables de aquellos que podemos de la situación aprovechándolo incluso para nuestro crecimiento. Y es que aunque a veces nos cueste, detrás de todo, siempre hay oportunidades. 

Cuanto más se integre el cambio en la vida y nos hagamos con las herramientas para gestionarlo, más fuertes seremos, más disfrutaremos de la vida sin apegos y la sabiduría se abrirá ante nosotros.

Nueva realidad… Hábitos saludables

De cualquier cambio, se sale. De una forma u otra, el cambio es una etapa que no dura eternamente. Y es que otra de las cualidades del ser humano aunque a veces nos resistamos es la capacidad de adaptación. 

Cómo salir del cambio, si reforzados o afectados, solo dependerá de cómo se gestione el mismo. Por supuesto, estamos también contemplando aquellas pérdidas humanas (fallecimientos) en los que el cambio es muy duro y conlleva sufrimiento. Pero hasta de estos momentos, se puede extraer un aprendizaje por duro que parezca y retomar la vida después del bache. Y no es una falacia sino que es una necesidad para poder seguir viviendo y llegar de nuevo, a la plenitud y felicidad. 

Aceptar es la primera fase de gestión del cambio para que todo fluya en positivo. Sin aceptar el cambio que nos ha venido, nos mantendremos en la lucha por volver a la situación previa al cambio que en la mayoría de las veces, no es posible. Aceptar una ruptura de pareja, un despido… Es algo a lo que la mayoría de las personas nos enfrentamos a lo largo de la vida. El mayor sufrimiento aparece cuando nos resistimos a ello. 

Para acelerar o gestionar mejor esta aceptación del cambio, lo mejor es incluir en nuestra vida una serie de hábitos que nos ayuden a focalizar nuestra mente en lo nuevo, en la parte de nuestra vida que se abre a continuación, en las oportunidades y de ahí, poco a poco, ir soltando lo que ya quedó atrás. 

  • Escribir: recomendamos escribir lo que nos ha ocurrido para poder darle entidad y que deje de vagar por nuestra mente constantemente. Los primeros escritos serán negativos, desde el dolor pero también debemos ir abriéndonos a lo positivo, al aprendizaje, a lo que puede venir.
  • Autocrítica: en todo cambio tenemos cierta responsabilidad y qué mejor que descubrirla para poder extraer un aprendizaje de todo lo ocurrido. Escribir también nos ayudará a esto.
  • Nuevas oportunidades: visualizar lo nuevo que está por venir aunque ni siquiera sepamos cómo, cuándo, dónde… Es un ejercicio muy potente para soltar lo anterior. 
  • Pasión: la vida sin pasión es pasar de puntillas, sobrevivir. Hay que ponerle pasión a lo que hagamos, es un antídoto brutal contra el miedo.
  • Aprender: de lo nuevo, de lo que está por venir, de las oportunidades que nos llegan.
  • Apoyo: una red de apoyo siempre es fundamental. Sentir la soledad ante el cambio solo hará agravar la situación y nuestros miedos. 
  • Confianza: es el momento de sacar a trabajar nuestra autoestima, nuestra confianza en nosotros mismos.

La gestión del cambio es algo que debemos trabajar día a día. Con coaching es mucho más llevadero y estaremos acompañados para identificar posibles escollos. Seguiremos hablando del cambio, de la curva y su gestión. Mientras… ¿hablamos?