La justicia con los miembros de un equipo no es una técnica novedosa que se empiece ahora a implantar en empresas punteras americanas. En realidad, es una de las técnicas de motivación más antiguas que existe. Y, sin embargo, es algo que en muchas empresas no se ha considerado jamás.
Podemos encontrar innumerables ejemplos en los libros de historia de dirigentes que son recordados con cariño por haber sido «justos». Atención, no «buenos» sino «justos». Obviamente no podemos aspirar pasar a los libros de historia como managers, pero siendo justos podemos ganarnos la confianza, el respeto e incluso el cariño de nuestros compañeros. Curiosamente, si lo aplicamos adecuadamente, también podemos lograr que nuestro equipo sea más productivo.
¿Cómo conseguir ser considerados como personas justas entonces? La base de un trato justo está fundamentada en un sistema bien definido de castigos y recompensas. Sé que la palabra “castigo” puede sonar un poco fuerte, estoy tomando literalmente las palabras de Sun Tzu en el arte de la guerra. Quizás sería políticamente más correcto llamarlo sistema bien definido de “penalizaciones y recompensas”.
Es algo tan sencillo como recompensar a las personas que están haciendo las cosas bien y penalizar a las personas que están haciendo las cosas mal. Es más fácil decirlo que hacerlo, claro, y debemos tener cuidado con determinados factores.
El primero de ellos es definir de forma objetiva qué es algo bueno y qué es algo malo para establecer nuestra escala de justicia. Parámetros medibles como la productividad, la rentabilidad, los proyectos llevados a término, horas para empleos presenciales… En cada trabajo podemos establecer unas métricas diferentes, la cuestión es poder marcar un baremo que comparta todo el mundo.
Lo segundo es definir dentro de nuestra escala de justicia qué es lo “normal”. Estar dentro de los parámetros normales de la escala de justicia significa estar realizando el trabajo de forma apropiada. Estar por debajo significa que alguien está haciendo un mal trabajo y estar por encima significa que está haciendo un buen trabajo. Podemos marcar varios grados dentro de esta escala para establecer diferentes niveles de calidad.
Lo tercero es establecer las recompensas y penalizaciones que se aplicarán dependiendo de la posición en nuestra escala de justicia. Aquí está uno de los grandes secretos de esta filosofía. Puede que en instituciones fuertemente jerarquizadas los castigos funcionen, pero en el mundo real normalmente no sirven para nada. El miedo no es una técnica de motivación de la que puedan extraerse réditos a medio plazo. En la mayoría de las empresas, es mejor considerar la penalización como la ausencia de recompensas. Esto tiene el efecto añadido de que los trabajadores que están realizando su trabajo de forma “normal” según nuestra escala de justicia serán recompensados, por lo que percibirán que están haciendo un buen trabajo por el que son recompensados cuando en realidad están dentro de los parámetros normales.
Lo cuarto que debemos definir es el tipo de recompensas que queremos dar. No todas las recompensas deben estar basadas en el dinero. Un plus en el salario puede ser un gran aliciente para muchas personas, pero también pueden serlo la inclusión en programas de formación, días de vacaciones extra, acceso a beneficios sociales o ventajas para la conciliación de la vida personal y laboral. Me gustaría recalcar en este punto el apartado dedicado a la formación porque las empresas por el mero hecho de cotizar a la Seguridad Social en España disponen de unos fondos que pueden dedicar a la formación sin coste adicional.
La quinta cuestión que debemos considerar es fomentar el reconocimiento a las personas que realizan un buen trabajo. Esta es una técnica que se utiliza mucho en los equipos de ventas. Se comunica de una forma no demasiado rimbombante quiénes han sido los mejores empleados del mes o de la semana y cuáles son las recompensas que han obtenido. Esto reforzará en el resto de compañeros la escala de justicia y les dará un espejo donde mirarse. Si un compañero lo consigue, cualquiera puede conseguirlo. Si alguien quiere conseguirlo ya sabe lo que debe hacer.
Por otra parte, como conclusión, hay que decir que un entorno de trabajo injusto es uno de los mayores focos de falta de motivación para un equipo de trabajo. Si no existen diferencias entre alguien que hace bien su trabajo y alguien que lo hace mal, no hay motivo para el que lo está haciendo bien siga por la misma línea, excepto quizás la propia profesionalidad.
La justicia es, en definitiva, la base de cualquier sistema de motivación. Si un trabajador se siente justamente tratado será más sencillo mejorar su productividad.
Escrito por Daniel Grifol